La llegada del barco

Claudia Isabel Navas

07 juin, 2020

Almustafá el escogido y el amado, oriente luminoso dentro de sus propios días, había esperado doce años en la ciudad de Orfalecia a su barco que había de conducirlo de regreso a la isla de su nacimiento.

Y en el doceavo año, el séptimo día de Elul, el mes de las cosechas, traspuso las murallas de la ciudad, subió a la colina y miró hacia el mar; y divisó su buque aproximándose con la bruma.

Abriéronse entonces de par en par las puertas de su corazón y voló su dicha muy lejos allende al mar. Y Almustafá cerró sus ojos y oró en el silencio de su alma. 

Invadiólo empero la tristeza, mientras descendía, y pensó en su corazón : 

¿Puedo acaso irme en paz y sin amargura ? No ; no sin una herida en el espíritu dejaré esta ciudad.  Largos han sido los días de la pena pasados entre estas murallas y largas las noches de soledad; y, ¿quién puede separarse de su pena y de su soledad sin lamentarlo? 

Demasiados fragmentos de mi espíritu he esparcido en estas calles y muchos son los hijos de mi nostalgia que vagan desnudos entre las colinas, y no puedo desprenderme de ellos sin un peso y un dolor. 

No es ello un vestido que desecho hoy sino la epidermis que me arranco con mis propias manos.

No es tan solo un pensamiento que dejó tras mi, sino un corazón endulzado con hambre y con sed. 

Pero no puedo detenerme más. 

El océano, que llama todas las cosas dentro de sí, me ha llamado y tengo que embarcarme.

Porque permanecer es congelarme, cristalizarme y quedar preso en un molde, aunque las horas sigan ardiendo eternamente en la noche. 

Gustoso llevaría conmigo todo cuanto hay aquí.  Mas, ¿cómo hacerlo? Una voz no puede transportar consigo la lengua y los labios que le dieron alas.  Solo tiene ella que buscar el éter. 

Y sola y sin su nido que volar el águila hacia el sol.

Al llegar al pie de la colina se volvió otra vez hacia el mar y vio su nave acercándose a la bahía y distinguió en su proa a los marineros, hombres todos de su misma tierra.

Y su alma clamó a ellos y dijo:

Vosotros, hijos de mi antigua madre, jinetes de las hondas, cuán de continuo os he visto navegando en mis sueños. Y llegáis ahora en mi despertar que es mi más profundo sueño. 

Presto estoy a partir y mi anhelo aguarda el viento con velas desplegadas. 

Una sola inspiración más haré en el aire quieto y tan solo una vez más miraré con afecto atrás a todos los paisajes que guardan mis recuerdos, y estaré luego entre vosotros, un navegante en medio de navegantes. 

Y tu, vasta mar, madre siempre alerta que sola eres paz y libertad para el río y para el arroyo, solamente una curva más formará este arroyuelo, solamente otro murmullo modulara esta ciénaga, y luego vendré a tí cual gota ilímite en un océano sin riberas. 

Y mientras caminaba vio desde lejos hombres y mujeres que dejaban sus campos y sus viñedos y se apresuraban hacia las puertas de la ciudad.  Y oye las voces pronunciando su nombre y gritando de un lado a otro para comunicarse la llegada de su nave. 

Y se dijo reflexivamente:

¿El día de partida será acaso el día de reunión? 

¿Y se dirá que mi atardecer fué en verdad mi alborada?

¿Y qué daré al que ha dejado su arado en medio surco o al que ha detenido la rueda de su lagar? 

¿Tornárase mi corazón en un árbol cargado de fruto para que pueda yo cogerlo y distribuirlo entre ellos?

¿Desbordáranse mis deseos cual cristalina fuente para que pueda yo llenar sus copas? 

¿Soy acaso un arpa para que la mano del Todopoderoso pueda tocarme o una flauta para que su aliento pase a través de mí? 

Un buscador de silencios soy yo; mas, ¿qué tesoro he encontrado en los silencios que pueda distribuir con confianza? 

Si es este mi día de cosecha, ¿en qué olvidadas estaciones y en qué campos ignotos he sembrado la semilla? 

Si por ventura es esta la hora de levantar mi linterna, no será mi llama la que brille dentro de ella. 

Vacía y oscura he de levantarla; Y el guardián de la noche la llenará de aceite y también la encenderá. 

Esto dijo en palabras. Pero muchas permanecieron en su corazón si ser pronunciadas. Porque él mismo no podría expresar su más profundo secreto. 

Y cuando entró en la ciudad todas las gentes vinieron a su encuentro y todas lo llamaban cual  una sola voz.  Y los ancianos de la ciudad se adelantaron y dijeron:

No te alejes aun de nosotros;

Has sido luz de mediodía en nuestro crepúsculo y tu juventud nos ha dado sueños para soñar ; 

Tú  no eres para nosotros un forastero, tampoco un huésped, sino nuestro hijo claramente amado.

No permitas que nuestros ojos sufran la nostalgia de tu rostro.  

Y los sacerdotes y las sacerdotisas le dijeron : No dejes a las ondas del océano separarnos ahora ni a los años vividos con nosotros convertirse en memoria nada más.  

Tú has paseado un espíritu entre nosotros y tu sombra ha iluminado nuestros rostros. 

Mucho te hemos amado, más nuestro amor fue un amor sin palabras y estuvo siempre cubierto de velos. 

Sin embargo ahora él clama a ti y quisiera revelársete. 

Siempre ha sucedido al amor no conocer su propia profundidad sino hasta la hora de la separación. 

Y otros vinieron también y le suplicaron. 

Pero él no les respondió.  Solamente inclinó la cabeza; y aquellos que estaban cerca vieron lágrimas rodar sobre su pecho. Y él y el pueblo avanzaron hacia la gran plaza de frente al templo. 

Y salió del santuario una mujer cuyo nombre era Almitra.  Era una profetisa. Y Almustafá la miró con extraordinaria ternura porque había sido ella la primera en buscarlo y en poner su fé en él cuando apenas había permanecido un día en la ciudad. 

Y ella lo saludó diciendo : 
Profeta De Dios, en busca de las más remotas lejanías has escrutado largamente las distancias esperando ver tu barco. Y ahora tu nave ha llegado y tienes que partir. Profunda es tu nostalgia por la tierra de tus recuerdos y lugar donde habitan tus más grandes anhelos; y nuestro amor no te ataría ni nuestras necesidades te retendrían. 

Más pedímoste, ahora que nos dejas, que nos hables y nos dés de tu verdad y nosotros la daremos a nuestros hijos, y ellos a sus hijos, y ella no perecerá. 

En tu soledad has velado con nuestros días, y en tu vigilia has escuchado el llanto y la risa de nuestro sueño. Revélanos ahora a nosotros mismos y dinos cuanto se te ha manifestado de los existente entre el nacimiento y la muerte. 

Y él respondió : 
Pueblo de Orfalecia, ¿de qué podría yo hablar sino de aquello que aún ahora se está agitando en vuestras almas? 

Y entonces dijo Almitra : Háblanos del amor. 

Partager sur

Latest articles